Si hay algo que me molesta es que me saquen plata de la mano, es que, honestamente, a veces estoy tan aturdido con la información, con el lenguaje, que no soy capaz de contar bien unas miserables monedas.
Encima que no me den todo aquello por lo que pagué y que nos demos cuenta arriba del tren, y que el tren va a 200 km por hora medidos con precisión de segundos.
Algo pasó ese día anterior que hacía que me sintiera especialmente contento y la felicidad, como se sabe, lo vuelve a uno un poco lelo, de lo que se deduce que, ...bueno, ya se sabe.
Al fin, Ciao París!! te hemos llegado a querer pero tenés esa cosa de museo, esa aureola de cosa inerte y esa formalidad palaciega y esa desmesurada cantidad de habitantes y de coches, coches y coches y ese gris, de nube sucia y sin forma que no deja nunca ver el cielo y esa llovizna que no para.
Adiós, nos vamos al sur a buscar el sol, a cambiar este nerviosismo de metrópoli por el aire más sereno de una ciudad chica, más fea pero más humana, mientras soñamos con la playita de Tossa de Mar, entre las montañas de la Costa Brava, donde vamos a desquitarnos de tanto cemento rodeados de cerros, y con el paseo a Pamplona, Bilbao y San Sebastián donde el 20 de junio tocan los Reincidentes y voy a tener el inmenso honor de escuchar cómo tocan mi canción.
Había otras razones para estar felices, el último día hubo una kermesse, como una fiesta de la villa de Malakoff, en un parque espléndido que recién descubrimos los últimos días, anexo a dos canchas de fútbol, una de ellas de un césped impecable.
A su vez todo daba a una avenida arbolada donde se habían dispuesto decenas de puestos de todo tipo, de información, de juegos, de comida.
En el predio del parque un grupo de animadores atendía a los niños en una docena de carpas donde se les ofrecía toda clase de juegos, para todas las edades, desde construir castillos de arena, jugar al voley (donde Manu se lució), pintarse la cara, juegos musicales, etc.
Pasamos realmente bien y como lo dije en otra carta, las villas de la periferia tienen un clima de vecindad agradable y un espíritu comunitario que es difícil imaginar en el centro de París, al menos así es en Malakoff o en Montrouge, la villa vecina. A esto se suma que si bien no se dan grandes lujos, tienen presupuesto como para organizar estos eventos sin que falte nada, todos participan, niños, jóvenes y viejos.
En el césped alfombrado del estadio vecino se había montado harto escenario donde a la noche había un concierto de una francesa, perfecta desconocida, rubia madura, de aspecto anodino.
Ya que al concierto, que era gratis, no pude ir porque estábamos con los preparativos para salir a la mañana siguiente, me saqué las ganas de meterme como intruso en la prueba de sonido y escuchar unas tres canciones a medias, se sabe cómo son las pruebas. Pero me llenó el corazón de dicha escuchar un poco de rock, aunque fuera rock 'adulto', la desconocida cantaba con muchos ovarios, me quedé chocho con mi mini concierto privado.
Además venía de escuchar a una banda de jazz en la biblioteca de Montrouge, lindo pero aburrido, imagínense a unos franceses tocando jazz, si son tan formalitos con la boca cerrada tocando son peor.
De lo otro ya se sabe, caminamos hasta gastar literalmente las suelas, fuimos a Versalles, el monumento a los delirios de grandeza de un hombre y a la de una nación, es imposible hacer algo tan grande y fastuoso en 1700 sin disponer de riquezas incalculables y de mano de obra en número de cientos de miles. Versalles es la confirmación de que, en esa época, el rey era realmente dios en la tierra, solo así se explica que tantos imbéciles hayan trabajado gratis pensando en una causa común, para dejar plasmado su propio poder, no el del rey, para la posteridad.
Agobia sólo imaginar el trabajo que dio, cada detalle, cada rincón, sólo el edificio debe tener 400 habitaciones de dimemsiones grotescas, galerías interminables, patios, una iglesia particular, un teatro de ópera, los jardines que se terminan donde termina tu mirada, escondido en el bosque privado del rey, a un kilómetro, los dominios de Maria Antonieta, la querida, con su propio palacio, su lago artificial, su coto de paseo, su granja, su palacete de descanso.....
Aiala y yo sin consultarnos sacamos la misma foto...el rey neptuno apoyado de lado, con el fondo del palacio, la misma foto que está en la tapa de todos los folletos y libros sobre Versalles, éso es tener intuición para el marketing!!!
Ayer llegamos a Avignon, no hemos visto mucho todavía salvo que la gente vive con menos apuro, el sitio donde estamos se parece a una ciudad cualquiera, en cualquier lugar del mundo, en la parte histórica se conserva toda la muralla, como una reliquia, de las más molestas e incómodas, que como muralla no debió ser de mucha utilidad ya que es más baja que los edificios modernos de tres pisos que se ven del otro lado.
Aiala acaba de salir para su primer día de congreso para lo cual no tenía mucha motivación, Cleo duerme como un angelito y Manu que se quejó de dormir solo en el entrepiso de nuestra habitación de hotel, bajó a meterse en mi cama y rasca la mesa de luz con los nudillos.
Los dos están mucho más sueltos y adaptados, Manu se las arregla solo con sus compinches ocasionales, Cleo empezó a leer los carteles de la calle, mal momento eligió, hace tiempo que dejó de ser la bebota tímida para convertirse en una desbocada que discute todo, inventa insultos (a la madre le dice sucia fea postiza!!) que habla a los gritos en cualquier parte, como el hermano, claro.
Los dos juegan juntos, peleándose como corresponde, y nos dejan agotados y aturdidos pero tranquilos porque se los ve muy saludables. Ya quisiéramos que fueran como esos niñitos de París, siempre limpios y callados!!
Salú para todos
pd:
Fue de antología el cuento del guía turístico centroamericano de versalles, hablando de las orgías de Luis no sé qué, que eran martes jueves y sábado y de que también en los palacios la gente se moría de enfermedades 'veneáreas'.
Y por supuesto los dos niños corriendo carreras por el salon de los espejos, lo más respetado del lujo palaciego europeo, dejándose caer al piso para patinar varios metros más adelante, gritándose entre el bosque de piernas de turistas.
Evocando el recuerdo del cuento del guía, los niños juegan ahora con los juguetes a las 'fiestas de los desnudos', cuando llega la noche empieza la hora de la euforia y el vocabulario se endurece y dejan de decir pito y pepa, no sé si se entiende.
Manu se ha convertido, no sabemos cómo, en un gran bailarín de rap!!!????