viernes, 20 de junio de 2008

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Hubo cuatro personas que no durmieron bien la noche del sábado, las cuatro por la misma causa. Fueron Aiala, Juan, la tía Margarita y la señora que vendiía los tickets de bus en Narbonne.

Todo empezó cuatro días antes en Avignon cuando tratábamos de definir cómo iba a seguir nuestro viaje después de que Aiala terminara con éxito y un día de adelanto su participación en el congreso de tratamiento informático del lenguaje natural y que rechazara, pese a mi consejo de hacer lo contrario y luego tirarlas a una cuneta, el regalo que le hicieron que consistía en unas plateadas bolas de petanque, bochas digamos.

Apenas teníamos seguras dos cosas, el camping de Tossa de Mar, un sitio paradisiaco entre cerros que bajan a pique sobre el mar, y la reserva de un coche hecha por teléfono en el aeropuerto de Girona, único sitio abierto los domingos, a 200 km de donde estábamos y a 50 del camping.

Esto no representaría ningún problema salvo porque, además, teníamos toda la intención de visitar a la tía Margarita, que no nos quedaba precisamente de paso y porque había huelga de trenes!!!
Este Zarkoszy me hace acordar un poco a Menem, digo por lo cholulo, amigo de fotografiarse mientras pasea en lancha con su mujer modelo, arreglado con sus amigos de Total, empresa de combustibles, para los que amablemente dispuso que se suspendieran los servicios estatales de transporte de caragas por tren, eléctrico. Se entiende lo de la huelga ahora?

Y los buses, al revés que en Uruguay, no son de lo mejor, no van a todos lados, no hay suficientes, las terminales ni siquiera tienen página web, son apenas un techo con un sitio donde sentarse.
Al fin conseguimos un tren que nos llevaba a Narbonne, allí nos cruzamos con un grupo de manifestantes que llevaban pancartas hechas en imprenta, luego, otro tren que llegó media hora tarde y en el que viajamos parados y apretujados, con dos niños, tres valijas, dos bolsos, una computadora.
Y eso que trajimos poca cosa.

Así llegamos a Carcassonne, la ciudad donde vive la tía Margarita, siempre tan simpática y charlatana y hospitalaria, la tía, no la ciudad. La ciudad con el tamaño justo para conocerla a pie, peatonal, plaza y mercado, canal y río con riberas naturales, ciudadela medioval mitad auténtica y mitad reconstruida por nostalgia y amor a una época épica: la historia de los Cátaros, que en tiempos de los papas Borgia, de lo más corrupto que ha tenido la iglesia, pretendieron hacerles frente por lealtad a los más puros y elevados valores del cristianismo y fueron aplastados por la inquisición, sitiados en su ciudadela hasta el fin y asesinados como a perros.

Pero el paro de trenes seguía y los buses a Girona, que era el sitio de enlace para llegar a Tossa de Mar, no pasaban por Carcassone ni de casualidad. Nos urgía llegar el domingo sí o sí. En la gare de trenes sólo nos vendían pasajes a Narbonne.

Intentamos con el bus, pero la señora de la oficina de buses de Narbonne no podía vendernos los pasajes de ninguna manera así que teníamos que comprarlos en Avignón, por teléfono y con tarjeta y pedir que se los enviaran a Narbonne en uno de los buses. Esta señora de Narbone no abría su oficina el domingo, entonces le preguntamos si podíamos pasar a recogerlos por alguna parte a lo que nos contestó que sí, que nos dejaba los tickets en un sobre en un tabac (bar) que quedaba justo frente a la estación, por el bvar à gauche (a la izquierda).

Todo parecía estar bien excepto que no le dejamos nuestro número de teléfono, por si hubiera un inconveniente.
Esa fue la noche del sábado, el tren salía 7 y media por lo que teníamos que levantarnos a las seis y media, Margarita no durmió bien pensando en nosotros y nosotros no dormimos bien cada vez que tenemos que madrugar y mucho más tratándose de una cuestión como ésta, donde hay demasiadas posibildades de que algo salga mal.

A las 8 y media de la mañana en Narbonne, con algo de nervios y un poco de mal humor del que te queda cuando no dormiste bien, no había ningún sobre para nosotros en un ninguno de los bares cercanos a la estación en un radio de diez cuadras.

Lo que más lamentábamos era la incomodidad, el lastre del equipaje, el madrugón, qué hacer con los niños mal dormidos mientras tanto.
La estación estaba casi desierta, el ritmo de la ciudad pueblo, un domingo a esa hora era nulo.

Superado el shok volvimos a intentar con el tren, dando por hecho que perdíamos los 90 euros de los tickets de bus, averiguamos que existía una posibildad que nos exigía esperar cinco horas más. Esto implicaba perder un día entero, llegar tarde al camping y no poder entrar.

Nos dejamos caer en las sillas de la estación, Manu, ajeno a todo, jugaba con las maquinitas automáticas de reserva de tickets que parecían no estar avisadas de que había paro y seguían ofreciendo horarios de trenes inexistentes.

De pronto entró una señora desgarbada y de lentes a la estación, yo casi no le presté atención, pero Aiala, que entiende mejor el idioma la escuchó hablar, masomenos así; quelq'une personne a acheté des tickets de bus a Girona?

Fin del asunto.

La señora no durmió bien porque al salir de la oficina el sábado a las once y media el tabac estaba cerrado por lo que no pudo dejarnos el sobre.
Esa noche pasó nerviosa pensando en nosotros y esa mañana, si bien pudo haber madrugado un poco más, se levantó corriendo para llevarnos el sobre. Se disculpó cien veces, parecía tan sincera y preocupada, se ofreció sin que se lo pidéramos a acompañarnos hasta el sitio donde paraba el bus, dijo, bueno, yo no trabajo el domingo pero igual voy a abrir la oficina, ya que estoy acá, y les marco el equipaje para que no se pierda.
Una muchacha que estaba como perdida y sola en el andén le pidió un pasaje a Figueres, que ella le vendió, aunque no pudo emitirle el ticket porque era domingo y la computadora no la dejaba.

Y ahora los dejo, me voy a la piscina del camping, no nos envidien, en una semana vamos a ser cuatro más para hacerle frente al invierno uruguayo y todo esto será un sueño.

Saludos a truti friti.
a los cumpleañeros y sus padres, especiales saludos
Juan