sábado, 29 de mayo de 2010

EVARISTO!




Ya soy grande y se supone que estoy fuera de la zona de influencia de ciertas emociones, de ciertas reacciones más propias de la adolescencia, DE LA EDAD DE LA VIDA EN LA QUE UNO TIENDE A SER MÁS INGENUO, MÁS IDEALISTA, MÁS NECESITADO DE UNA GUÍA ESPIRITUAL FIRME Y SÓLIDA.

Digo porque el otro día, el del shou de Gatillazo, lo empecé experimentando una sensación extraña y contradictoria; era yo el cholulo que buscaba la cercanía con su ídolo de la adolescencia sólo para obtener de él alguna clase de gracia mágica que me convertiría en el más feliz de los mortales?
O era yo un tranquilo y controlado seguidor de su arte, un pacífico espectador que aplaudía correctamente, aprobaba con la cabeza y me retiraba discertamente?

Iba a ponerme por una vez (por única vez) del otro lado, del lado del cargoso que busca a toda costa estar cerca de su ídolo o iba a hacerlo de una manera discreta, a acercarme a él y decirle "sos mi padre" (juas!! eso no hubiera estado mal!!) o comunicarle en unos pocos minutos lo que había representado él para mi vida, suponiendo que la misma le importara, suponiendo que considerara productivo detenerse a considerar por un momento su "paternidad" para conmigo y para con tantos otros?

¿Iba a ponerme por una vez en el lugar del fan cuando sabía por experiencia lo que era esta stuación (salvando las diferencias) vista del otro lado?

La verdad es que no sirvo para esto, si hubiera querido podría haber montado una vigilancia para conseguir mi propósito de acercarme a él, de intercambiar unas palabras, de establecer un vínculo aunque fuera mínimo, de fijarme en su retina o en su memoria y morirme tranquilo.

Pero no lo hice, me dejé llevar por la inercia del domingo y llegué al shou apenas unos minutos antes de que empezara. Daniel me condujo hacia el camerino, allá estaba él, con el cope, y un tercero desconocido que le estaba haciendo pasar por eso que yo no hubiera deseado nunca, por un acoso de preguntas innecesarias y obvias, por una especie de ajuste de cuentas como si él, el ídolo, nos debiera algo a nosotros, ilustres desonocidos, (para él).

Dejé que todo sucediera de una forma natural, decidí que alguna foto con mi personaje favorito me iba a sacar y tal vez nada más, lo vi desarmado, para nada a la defensiva, atento, educado, a la vez que cansado, abstraído.

El shou fue brillante, además de su aguda lucidez y su brillante sentido del humor, Evaristo es un ácido observador de las conductas humanas y un brillante delator de los vicios del sistema moderno capitalista, occidental cristiano y militarista, de la sociedad de consumo y del machismo, de la clase política corrupta y de las taras del mundo moderno, lo hace con gracia y es muy comprador.

Tan ácido y tan agudo es, que a mí me tienta pensar que no todos comprenden cabalmente todo el alcance de sus frases, de su posicionamiento tan especial a un costado de todo poder y tendencia, de su particular labia.

Porque eso es Evaristo, un tipo menudito y muy feo que sufre de una incontinencia verbal aguda, cuando habla parece que hubiera abiero una manguera, escupe un montón de cosas incomprensibles, mechadas con otras que parecen razonables, habla en otro idioma, como si fuera un tipo del medio del campo, para seguirle el viaje haría falta un mapa.

Es además un excelente y magnético shouman, bailarín y mimo, interactúa con su público, provoca risas, ternura (sí ternura), reflexiones, éxtasis, furia, encandilamiento, alegría lisa y sana.

Aquellos cassetes de la polla hicieron detonar mi cerebro allá en los 80. Siempre les seguí la pista, escucharlos me hace bien, me limpia, son un perfecto remedio contra la melancolía, en este mundo podrido reirse parace ser la mejor arma y la mejor defensa.

Pero, como decía entes ya no soy un pibe y hay cosas que no me las creo, la rebeldía tambien es circo, y una canción es ficción porque más que hagamos fuerza, a veces nos encantaría que las cosas fueran tan fáciles pero ellas se empeñan en demostrarnos que no es así, que todo eso que odiamos también lo llevamos con nosotros
El otro día me di el lujo de ver el shou de cerca y de sentarme un rato con él y de cambiar algunas palabras, (sobre todo escucharlo desenrollar su perolata interminable).

Para mí fue el sueño del pibe, no esperaba más de él, no creo en magos ni en profetas, solo quise transmitirle una especie de calmo y sincero agradecimiento, sin histeria, nada más.

Tuve la enorme suerte de ver al ser humano apropiarse del fetiche que yo, a pesar de mis propias resistencias, había creado en tantos años de escucharlo.

GRACIAS EVARISTO, NO TE MUERAS NUNCA.